Perteneciente a la etnia han, hijo de Qi Xin y Xi Zhongxun, uno de los fundadores de la guerrilla comunista que operó en el norte de China contra el Kuomintang y que llegó a ser viceprimer ministro. La Revolución Cultural (1966-1976) liderada por Mao los dejó del lado opuesto, acusados de contrarrevolucionarios y de desviados al capitalismo.
Xi fue a trabajar al campo y sus padres a prisión. Posteriormente estudia ingeniería química en la Universidad de Tsinghua, en Pekín donde además obtuvo el doctorado en teoría marxista en la Escuela de Humanidades y Ciencias Sociales (Universidad Tsinghua). Rehabilitados por Deng Xiaoping en los años 80, los hijos de los dirigentes atacados por Mao siguieron su formación en las mejores universidades extranjeras. En los Estados Unidos estudia el sistema agrícola norteamericano.
Xi Jinping ha ascendido este viernes a lo más alto del panteón de líderes Chinos, como era de esperar: sin sobresaltos. El mandatario Chino con más poder desde los tiempos de Mao Zedong ha sido reelegido presidente de la República Popular para un tercer mandato de cinco años con el voto unánime de los casi 3.000 delegados que conforman la Asamblea Popular Nacional, el legislativo chino, un órgano con escaso poder fiscalizador y sujeto al control del Partido Comunista.
Xi, de 69 años, también se ha asegurado sin fisuras la presidencia de la Comisión Militar Central, el máximo órgano castrense. El movimiento solidifica su poder absoluto al frente de todos los aparatos del Estado, después de retener de forma inédita para un tercer mandato la secretaría general del Partido Comunista en el pasado congreso de octubre, y haber ascendido a su círculo de confianza a los principales escalones de la jerarquía.
Al no haber designado ningún sucesor aparente tal y como se respetó desde los tiempos del presidente Deng Xiaoping hasta la llegada de Xi al poder en 2012 y después de haber aprobado en 2018 un cambio constitucional a medida para eliminar el límite máximo de dos mandatos como jefe del Estado, su reelección supone el primer paso hacia un terreno ignoto. Algunos analistas estiman que el mandatario, cuyo pensamiento es de estudio obligado en escuelas y universidades del país, además de una guía a seguir en toda actividad política, podría perpetuarse al frente de la segunda economía del planeta, al menos hasta 2032.
En una ceremonia solemne, coreografiada al milímetro para revestir de legitimidad el proceso, Xi se ha acercado tras su elección al centro del estrado del Gran Salón del Pueblo, en la plaza de Tiananmén, en Pekín, ha posado la mano izquierda sobre la Constitución de China la misma que modificó hace cinco años la Asamblea para garantizar su permanencia y ha jurado con el puño derecho en alto su tercer mandato como presidente de la República Popular.
Xi se enfrenta ahora al reto de reimpulsar la economía mientras hace frente a un turbulento escenario geopolítico dominado por la creciente rivalidad con Estados Unidos. Tras perseverar durante tres años en una dura estrategia antipandémica, que mantuvo al país aislado del resto del mundo y suponía confinamientos de ciudades y testeos masivos en cuanto se detectaban unos pocos casos de covid, Pekín dio en diciembre un brusco giro de timón después de una ola de protestas sociales. En diciembre, de la noche a la mañana, retiró la llamada política de covid cero, lo que abrió la puerta a un tsunami de contagios. El gigante asiático registró decenas de miles de fallecidos por coronavirus, pero desde enero, al dejar atrás la ola de infecciones, muestra índices de recuperación de la actividad.